Gracias, doña Ruby, ¡la extrañaremos!
Ante la arremetida de la pandemia del Covid-19, Puerto Arepa de la Primera, uno de los negocios más emblemáticos del barrio, dijo adiós a la comunidad uniandina y de Las Aguas.
Es una tarde de octubre. La última de doña Ruby en la casa naranja con blanco, donde funcionó Puerto Arepa de la Primera durante 22 años. Las mesas, el televisor que siempre estaba prendido, el murmullo de los comensales, las brasas de la parrilla, las arepas, ya no están. La casa está oscura, pero conserva el alma del espacio que alimentó a tantas personas de la comunidad. Desde la terraza, doña Ruby mira las calles, el Parqueadero Tequendama totalmente desocupado, el vacío. Empieza a contar cómo empezó todo. Llora, advierte que lo hace con facilidad.
Era el año 1990, doña Ruby tenía 34 años. Sus hijos, Jorge de diez, Daniel de siete y Angelly de cinco años, la acompañaban. Llevaba en su bolsillo 70 mil pesos y en sus manos una caja de cartón con lo esencial. Acababa de llegar a Bogotá y solo tenía la seguridad de un techo en Patio Bonito por los siguientes ocho días. En una visita al barrio El Guavio, tomó en arriendo un local con una habitación. Consiguió todo lo que necesitaba para montar su primer negocio de venta de arepas. El primer día vendió 4.700 pesos, “yo dije, esto es lo mío, aquí voy a sacar a los niños adelante”, recuerda.
Empezó a vender sus arepas, pero la relación con algunos clientes fue hostil. “Fueron pasos duros, porque eso era un paradero de busetas y muchos hombres me irrespetaban. Eso fue horrible. Pero conseguí una varilla, aún la tengo, y con esa me defendía”, cuenta. La reputación de su negocio por la sazón de su arepa y desayunos, aumentaba, al punto que apenas cabía la gente en su local de 16 metros cuadrados. Su negocio y sus hijos crecían y doña Ruby quería ofrecerles nuevas oportunidades. En 2007, decidió mudarse al barrio Las Aguas, allí las cosas tampoco fueron fáciles. “Si allá eran las brasas, aquí era la candela”, expresa. Tuvo que soportar el vandalismo, las amenazas y la inseguridad del barrio.
Pronto el negocio en Las Aguas empezó a prosperar. Sus clientes más fieles eran policías, tanto así que la gente lo conocía como “Arepa e’ Tombo”. Su clientela más memorable era la de los trabajadores del Banco Davivienda, “venían dos carros de Davivienda, ellos decían que no podían salir a trabajar sin entrar a “Puerto Arepa”. Una gerente, la doctora Lilia, le puso ese nombre, Puerto Arepa”, relata. Así quedó registrado en Cámara de Comercio.
Ese mismo año, mientras terminaba la construcción del edificio Julio Mario Santo Domingo, su clientela comenzó a cambiar. “Esto empezó a hacerse como zona universitaria y empezó a salir la gente particular”, dice. Para entonces, doña Ruby ya tenía varias empleadas y delegaba las funciones de la cocina. La sazón y el menú iban cambiando, esta vez, en función de sus nuevos comensales: los estudiantes, con quienes la relación se fortalecía.
Con el paso de los años Puerto Arepa se posicionó como uno de los restaurantes más populares del barrio. En 2013 doña Ruby, junto con su hijos Daniel y Angelly, se graduó del programa Emprende Fenicia, un curso creado por la Facultad de Administración y el Departamento de Diseño y Educación Continua de la Uniandes. Allí, ella logró trazar e implementar nuevas estrategias de administración y diseño para su negocio. “La capacidad de cambiar y la forma en la que se embarcaron en ese cambio todos en Puerto Arepa, fue super bonito de presenciar”, dice, Anabell González, coordinadora del Programa Emprende.
En marzo de 2020 Colombia entró en Emergencia Sanitaria a causa de la pandemia del Covid-19, las cuarentenas y la virtualización de las clases de la Universidad se tradujeron en una severa baja en las ventas de Puerto Arepa. Doña Ruby, su familia y el negocio lograron mantenerse en pie más de seis meses. Sin embargo, el 14 de octubre tuvieron que entregar la casa y el local en el que estaban en arriendo y despedirse del barrio, “salir de esta casa es muy duro, esta casa me dio mucho”, expresa doña Ruby.
A pesar de todo, doña Ruby espera que este capítulo de Puerto Arepa “sea solo un paréntesis” que le permita recuperar fuerzas y volver al barrio con una nueva y mejorada versión de negocio. “Siempre los momentos de cambios esconden oportunidades, ahora ella debe ver la oportunidad de afianzar la esencia y el propósito de Puerto Arepa”, dice Carolina Neira, asistente del Programa Emprende.