Natividad González, una madre emprendedora.
Natividad es la líder de una familia en la que esposo, hijos e hijas trabajan juntos para sacar adelante su negocio: La Arepa Soñada
“Yo espero que la próxima generación esté aún más fortalecida”, cuenta Natividad González, la mente detrás de La Arepa Soñada, un puesto de arepas que, antes de la cuarentena, funcionaba desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la tarde en la Plazoleta de la Aduana. A lo que agrega: “sería buenísimo distribuir al por mayor, pero para eso necesitamos un registro Invima”. Conseguirlo será tarea de su hija Andrea Medina o de su nieta Daniela Lozano. Natividad es parte de la tercera generación de un grupo de mujeres que lleva décadas reinventándose para vender en la Plazuela de la Aduana en Las Aguas.
La historia comenzó con Alicia Rodríguez, la abuela de Natividad, y su madre María Lucy ‘la mona Lucila” Ruiz, con un puesto de fritanga en el que vendían cerveza, gaseosa, chorizo, bofe, chunchullo, arepa y papa criolla, entre otras. El puesto funcionaba los fines de semana en el mismo espacio en el que actualmente funciona La Arepa Soñada. “Yo hacía mandados: iba a comprar y a pelar las papas, llevaba cosas de un lado para el otro”, relata. Así terminó por aprender “todo, todo” de su mamá: desde desgranar el maíz para comenzar a hacer las arepas hasta “la forma de ser echada para delante”.
Quizás el arrojo, sumado a su alegría, fueron los motivos que llevaron a la mona Lucila a aparecer en Don Chinche, una comedia de R.T.I. Producciones emitida en la década de 1980. Aunque Natividad no recuerda si a su madre le pagaban 80 u 8.000 pesos por programa en el que aparecía, cuenta que cuando le propusieron ser parte proyecto dijo “yo no sé leer, pero de que salgo, salgo”. Alguien tenía que leerle el guion que ella luego repetía. “A veces se le olvidaba y soltaba unas carcajadas que todos se reían”, cuenta Natividad.
Para ese momento, Natividad ya había montado su propio puesto de arepas en la esquina donde está la panadería Doña Blanca. Luego se lo llevaba hasta el Parque de los Periodistas, pero regresó a la Plazoleta de la Aduana porque “tenía muchos problemas con la Policía”, asegura. Cuando su madre murió, ella tomó el puesto de la fritanga. También vendía envueltos que ella misma preparaba y bajaba anunciando desde su casa en la Carrera 1 con Calle 22 hasta el Mercado Germania.
Toda su vida ha transcurrido a punta de reinventarse qué vender en Las Aguas o lugares cercanos. Antes de La Arepa Soñada preparaba postres que “perdían consistencia con el paso del día porque no estaban refrigerados”, relata. Cansada de esa situación, se dijo a sí mima “yo sé lo mío” y volvió a las arepas. Esta vez, comenzó comprando los productos a una empresa de distribución, pero “nos dimos cuenta de que estábamos haciendo famosos a otros y eso no nos convenía”, cuenta.
Así, junto con el resto de su familia se puso a investigar, crearon una receta original y comenzaron a producir para su negocio. “Pensábamos que teníamos que crecer, buscar nuestros propios medios”, asegura. Al principio, solo vendían la arepa con queso, pero Natividad, atenta a sus clientes, de quienes dice que son su orgullo, comenzó a ampliar el inventario: huevos, chorizo, jamón, etc. Incluso, crearon la arepa Pablo, en honor a un estudiante que siempre iba les decía que quería algo distinto. Un día, llevaron costillitas con salsa barbacoa. “A él le gustó, pero decía que le faltaba algo más”, recuerda Natividad. Entonces, prepararon una salsa de la casa y le pusieron un poco de miel a las costillitas. “Le encantó como quedó. Se paraba en el puesto a decirle a la gente que probara la arepa”, dice la jefe de La Arepa Soñada. Como la arepa se fue haciendo famosa, la bautizaron con el nombre del estudiante.
El negocio ha ido creciendo. Ingresaron a la plataforma de Rappi para aceptar pagos virtuales y, por la cuarentena actual, están buscando la forma de hacer domicilios para vender las arepas congeladas y no perder ni su trabajo ni sus clientes. Desde su abuela Alicia, hasta su nieta Daniela, Natividad les pide a sus hijas que no olviden la esencia que llevan en la sangre, “que no pierdan este empuje que tenemos”, sentencia. A ella y a todas las madres de Fenicia les deseamos un feliz mes de la madre.