Relatos de cuarentena

¿Cómo han vivido los vecinos y comerciantes del barrio esta cuarentena? Leonardo, Paula, su hermano Jorge y Orlando cuentan su experiencia.

Paula Campaz, tiempo para descansar

Al inicio y desde el simulacro fue espectacular, pues  yo muy rara vez descansaba . Desde que tengo 14 años  empecé a trabajar.  Lo máximo que había descansado eran 10 días, entonces me gustó ese descanso, ¿por qué no? 

Cuando lo extendieron la primera vez todavía estaba bien. Lo trágico comenzó cuando completamos el mes, pues los colombianos no tenemos la costumbre de ahorrar. Con lo que uno medio guardaba, podría sobrevivir máximo un mes.  A partir de ahí las cosas  comenzaron a ponerse  un poco más difíciles, más apretadas. Lo bueno era  que podíamos compartir más tiempo con los niños.

Yo trabajaba en restaurantes, con el mínimo, pero con todas las prestaciones del ley. Cuando hicieron el tercer alargue de la cuarentena, cancelaron contratos y nos liquidaron. Con un mínimo es muy difícil sobrevivir mucho tiempo y mucho menos ahorrar, entonces a mí me tocó salir después de un tiempo a buscar trabajo en restaurantes, así fuera para lavar loza. Fue complicado porque el pago del arriendo y los servicios dan espera, pero la comida no.

Tengo dos hijos: Sebastián, que está en segundo y Marlon, que está en sexto. Cuando estoy en la casa, me levanto temprano, hago oficios. La mayoría de la cuarentena han sido tareas. Porque mandan una guía supuestamente para una semana pero pareciera para un mes entero. Los niños están casi todo el día haciendo tareas. 

A veces los dejo salir en la tarde. Al frente de la casa solo hay pasto, entonces dejo que salgan un rato para que se relajen, corran y jueguen. Cuando se cumple el tiempo, se entran otra vez. Yo  aprovecho para estudiar. Empecé contaduría pública. Lo que más extraño son las clases presenciales. Las clases virtuales han sido terribles, a veces no entiendo todo. Hay profesores que  explican con paciencia, pero hay otros que no. A mí esto me cayó como un balde de agua fría porque yo no tengo computador, ni plan de internet.Todo ha sido a través del celular.Para hacer trabajos ha sido como un teléfono roto. Mis hermanas tienen computador entonces ellas me han ayudado.

A veces siento impotencia porque [los niños] no tienen apoyo de nadie, pero ellos son ese motor que uno necesita todos los días para levantarse y seguir, ¿qué más podemos hacer? 

Siempre he sido una persona que se adapta, que se acostumbra.  Ahora que está uno en la casa y se preocupa por los gastos, es importante saber mantener la calma. Con los trabajos que he conseguido se va solventando lo que va surgiendo.

Orlando Castillo, tiempo para reinventar

Yo estoy haciendo lo que sea, a mí no me importa salir,mojarme o recorrer toda la ciudad. Mi meta es salvar el negocio para volver a traer a mis muchachos y poder volver a trabajar con ellos. 

Llevamos doce años  en el local. Somos cinco, cada uno se encarga de cosas distintas. Arreglamos celulares, computadores, vendemos accesorios y cargadores. Adicional tenemos la papelería y las fotocopias. Tenemos contrato con la Universidad para proveer las impresiones y lo que nos piden. También vendemos dulces y comida, todo empaquetado. Cada cosita que van pidiendo, nosotros la traemos para comodidad de los clientes.

Los primeros días de la cuarentena mi esposa y yo dijimos “listo no hay problema, hay que acatar las órdenes,  cuidarnos y estar encerrados”. Así lo hicimos durante los primeros 23 días. Cuando la extendieron más tiempo, empezamos a preocuparnos.

Los mismos estudiantes y los clientes nos llamaban y nos decían: “bueno, ¿qué van a hacer?” Y se abrió la posibilidad de trabajar a domicilio. Entonces ellos mismos me decían: “Orlando, necesito por favor que me imprima esto, ¿usted me lo puede traer?” Yo se lo podía llevar porque tengo moto. 

Así se empezó a regar la bola y nos seguían llamando. También para el arreglo de celulares. Yo voy hasta su casa y recojo el celular. Voy al negocio a trabajar a puerta cerrada y se lo vuelvo a llevar a su casa.  Así estoy haciendo. Obviamente las ventas no son las mismas que con el local abierto. No es lo mismo tener flujo de gente, pero así estamos sobreviviendo.

Yo tengo una teoría y es que toda tempestad tiene que parar en algún momento. No va a ser igual, porque el negocio de las copias va a tender a desaparecer. La gente puede vivir sin copias  en este momento. Toca reinventarse. Estoy tratando de impulsar mucho más lo de los celulares y computadores, la parte tecnológica. 

A veces uno está en una zona de confort y no ve más allá de la cotidianidad. Eso fue lo que pasó. Cuando uno ve que esto va pa’ largo tiene que buscar opciones y no quedarse encerrado en el problema. Eso es lo que con mi grupo de trabajo estamos haciendo.

Leonardo Medina y Jorge Campaz, tiempo para florecer

L: Leonardo Medina / J: Jorge Campaz

L: Un día le regalé una rosa a mi mujer. Ella la puso en un florero.Cuando se secó me dijo que quería otra flor y le dije que le iba a hacer un jardín completo. Ahí surgió toda la idea. 

J: Entonces empezamos a buscar ideas que marcaran la diferencia y ahí fue que surgió lo del tren de materas, ese fue el primer proyecto. Nos pusimos a pensar cómo lo podíamos hacer. Nos demoramos un día completo armando el tren y  ni siquiera completamos todos los vagones. Al otro día se nos ocurrió una idea  rápida: nos acordamos de que [Leonardo] tenía un cajón y lo partimos en dos vagones. Luego lo pintamos. Cada día lo íbamos detallando hasta que le pusimos las llantas y se completó. Todo era trabajo improvisado. 

Un día, bajamos a la calle 22 y empezamos a hablar de las materas. Nos dieron el número de una señora que tenía las llaves de la Casa Bolivariana para que cogiéramos las matas que había allí, las que nosotros quisiéramos. De regreso, hicimos una cama y ahí pusimos todas las flores . Cada día era una idea diferente, para mantenernos ocupados. 

L:Fue una idea producto del aburrimiento, pero quedó bien bonito. De a poquitos empezamos a encargar madera para hacer los cajones de la huerta y para los jardines, a encargar loza para arreglar el patio. Tierra, puntillas, todo así de a poquitos. También hicimos una huerta, con papa criolla, zanahoria y arvejas. 

J: Leonardo ya tiene un poco de experiencia sembrando. Ya sabía cómo poner los hilos. En realidad no se necesitaba dinero para hacer la huerta porque  teníamos el espacio. Lo único que  hicimos fue poner la pepita de la arveja. En cualquier lado se podría hacer. Nunca lo había hecho pero me pareció válido aprender algo nuevo y diferente todos los días.Es un aprendizaje que le queda a uno para siempre. 

Antes de la cuarentena nunca hablaba con él porque estudio y trabajo y yo siempre iba del trabajo a estudiar. Trasnochaba haciendo trabajos y volvía a madrugar para ir a trabajar. Esa era mi rutina de domingo a domingo. No tenía tiempo para nada. Me gané a un buen amigo. 

Si estás interesado en estas materas o quieres unas a tu medida, puedes comunicarte a estos números: 319 3802445 / 313 2843035.