Cuando volvamos, la Quinta nos espera.

 Junto con la Cinemateca Distrital y la Quinta de Bolívar, Progresa Fenicia busca que niños, niñas y jóvenes de Las Aguas se acerquen y apropien de los centros culturales que los rodean.

Ocho niños y niñas están en fila. Viven en Las Aguas o en barrios cercanos y asisten casi todos los días al Refuerzo Escolar de Progresa Fenicia. Están a punto de conocer la Casa Museo Quinta de Bolívar, en pie desde 1803. Entregan su boleta de entrada, cortesía del museo gracias a la gestión de Heliana Cardona, coordinadora del área de comunicación educativa. Entran y van disparados a mirar el jardín que rodea la casa en la que vivió Simón Bolívar. Unos pasos más adelante los esperan los guías Tomás Pineda, comunicador educativo, y Sebastián Páez, practicante del museo. Ellos dirigirán la actividad: Símbolos de Protección de una Herencia Femenina, con la que se espera comenzar a trabajar entorno al patrimonio intangible, ligado a la tradición y saberes orales de la población indígena de América Latina.

A pesar de que no habrá actividades presenciales por el momento, con este trabajo se abre la puerta para, en un futuro cercano, “enriquecernos nosotros y enriquecer a la comunidad”, sostiene Cardona. Para ella es muy importante la relación con los habitantes del barrio, pues como dice: “la historia de la Quinta es la misma de Las Aguas”. Cuando las actividades vuelvan a la normalidad, la Quinta será una aliada cultural fundamental para Fenicia. 

El recorrido comienza por unos escalones que conectan el antejardín con la edificación. De un lado está la sala y del otro la habitación de Manuela Sáenz, una revolucionaria quiteña que fue pareja de Bolívar. Los pequeños, que por primera vez visitan la casa, quieren ver todo, tocar todo, saber todo. Antes de ir a la habitación del libertador, el guia Tomás Pineda pregunta “¿de qué murió Simón Bolívar?” “¡Lo mató Santander!”, responde entre el barullo uno de los niños. “No, no. Se murió de tuberculosis”, le sale al paso Tomás.

En seguida, se dirigen a una esquina de la casa en donde está la cama de Bolívar y una réplica de su espada. Desde lejos, los pequeños miran el cuarto y preguntan si ellos se pueden quedar a dormir ahí, pues la casa es pública, es decir, de todos. La respuesta es no, pero ellos insisten. Caminan por todo el lugar con curiosidad. No quieren que se les quede ningún rincón de la casa sin explorar.

Frente a la habitación de Bolívar y a un costado del comedor hay un espacio al aire libre que, como las escaleras iniciales, conecta la edificación con el jardín que rodea toda la casa. Ahí se detiene Tomás y hace un llamado para que todos se sienten y puedan comenzar la actividad. Además de niños y niñas del Refuerzo Escolar, un grupo de mentores acompaña el recorrido: la súper mentora María Belén Méndez y Nicolás Vélez Bojacá, un joven de quince años que hace seis meses era uno de los niños que asistía al Refuerzo Escolar. Hoy hace su servicio social, que deben hacer todos los estudiantes del país, como mentor de Progresa Fenicia.

Junto al jardín, Tomás les reparte a todos un par de palos de madera delgados, no muy largos, y un trozo de lana de color azul. El propósito es hacer un ojo de dios, un símbolo de la cultura indígena mexicana Huichol. Los niños, que hace un instante se movían de un lado para otro, se quedan quietos. Algunos con mucha experticia y otros con algo de dificultad tratan de hilar la lana entre los dos palos de madera que son amarrados en forma de equis.

Mientras los niños le cogen el tiro a la lana, Tomás les cuenta que cada nudo, en la cultura Huichol, era tejido por las madres para sus hijos. Esto lo hacían durante sus primeros cinco años de vida con el propósito de protegerlos espiritualmente. Al final, los niños se animan más y comienzan a pedir lanas de otros colores para completar su ojo de dios. 

Al finalizar sus ojos de dios Huichol, los niños conocen un poco más de la casa. Dan un vistazo rápido a la parte trasera y, de camino a la salida, ven algunos de los cañones que son parte de la historia colombiana. De fondo se escucha la voz de alguno de ellos que, a medio camino entre un grito y la voz baja, dice que piensa volver.

Esta actividad, que planeó la Quinta de Bolívar para el 11 de marzo, fue la última a la que asistieron los niños y niñas del Refuerzo Escolar. Debido a la pandemia del Covid-19 (Coronavirus), los programas sociales de Progresa Fenicia estarán cerrados hasta nuevo aviso.