Las Aguas y el Chocó, apoyándose en la pandemia
La historia de cómo dos comunidades a 633 kilómetros de distancia se conectaron para enfrentar la emergencia.
Wilmar Córdoba pasó su infancia descalzo y jugando fútbol en San Isidro, Río Quito, a una hora en lancha de Quibdó. Llegó a Bogotá a los 19 años con la ambición de ser futbolista profesional. Empezó a entrenar en El Salitre, con el Club Verdolaga del Nacional. Cuando no tenía cómo pagar la matrícula, no entraba a la cancha. Para sostenerse, consiguió trabajo en construcción. Luego, en una empresa de seguridad. Como los permisos para ir a entrenar eran escasos y no tenía ningún respaldo, su sueño de llegar a la liga francesa de fútbol se apagó. En eso pasaron unos siete años de añoranza, sin visitar su pueblo.
“Cuando volví pude ver a unos niños jugando fútbol en una cancha con piedras y barro, parecía una laguna. Vi que se lastimaban”. Años después de ese viaje, Wilmar empezó a trabajar como guarda de seguridad en la Universidad de los Andes. En 2015, conoció a Alfredo Ricci y a Ricardo Franklin, estudiantes de la Universidad. Con cada uno empezó una amistad. Les contó su historia y las condiciones en las que los niños jugaban fútbol en su municipio. El objetivo, les decía Wilmar, era montar una escuela de fútbol. Con la ayuda de los estudiantes y de algunos funcionarios de la Universidad, reunía guayos, balones e implementos deportivos que después enviaba a San Isidro. Así nació la escuela de fútbol Mis Amigos de San Isidro, el campeonato anual y la idea de crear una fundación.
“Lo que hacía era tomar fotos y hacer videos de mi comunidad. Cuando llegaba a Bogotá, empezaba: mire, esto fue lo que se hizo”, cuenta Wilmar. El proyecto creció, las donaciones aumentaron y en 2017 Alfredo, Ricardo y seis estudiantes más, viajaron con Wilmar a su pueblo en el Pacífico. Llevaron kits deportivos y escolares. Jugaron fútbol con los niños. Se unieron a un baile de chirimía, un pasillo chocoano, y conocieron a Joe Sánchez, el vigilante del colegio que recibe los implementos en Quibdó y los reparte entre varios corregimientos del municipio: San Isidro, Villa Conto, Paimadó y Río Pató (que alberga tres resguardos indígenas). Después de ese viaje, el deseo de los estudiantes, de establecer formalmente la Fundación, aumentó.
En Río Quito nadie cierra la puerta de su casa. A las cuatro de la tarde, los niños solían entrar corriendo a la sala de doña Delfa Palacios, la mamá de Wilmar, para ver televisión. A comienzos de junio, cuando confirmaron los primeros casos de coronavirus en Río Quito, la comunidad se estremeció. Wilmar canceló las actividades de la escuela de fútbol y volvió a contactar a sus amigos, Alfredo y Ricardo, ahora egresados de la Universidad. Les contó que en el municipio no había elementos de bioseguridad.
Empezaron la difusión en redes sociales para reunir fondos y buscar dónde comprar. En eso vieron que Emilia Cárdenas, antropóloga de la Universidad, estaba promocionando la campaña Positivo Para SoliDARidad y los tapabocas que el grupo Mujeres de Las Aguas: cosiendo y cuidando iba a empezar a fabricar. “La idea que tuvimos con Alfredo y con Wilmar fue la de apoyar en dos direcciones, comprando tapabocas que ayudaran una causa social, y dio la coincidencia de que Emilia estaba haciendo publicidad para las mujeres de este colectivo, que buscaban unos ingresos para enfrentar la contingencia”, cuenta Ricardo.
Una de las líneas de trabajo que surgió a partir de la campaña Positivo Para SoliDARidad, que busca dar diferentes apoyos a los vecinos de la Universidad durante esta emergencia, es Apoyo a Emprendimientos. “Queríamos que estos apoyos no fueran solo ayudas inmediatas, como mercados, sino también cosas que pudieran ser de largo plazo”, explica Emilia. Con la guia de Malena Rinaudo, del equipo de Progresa Fenicia, convocaron a las mujeres del barrio que tuvieran máquina en su casa. Llegaron ocho: Ana, Luz Mery, Luisa, Maria Teresa, Karen, Delfina, Adriana y Alba. De las donaciones que recogió la campaña de Positivo, destinaron un porcentaje a comprar y entregarles una primera tanda de materiales.
Antes de que el virus estallara, Alba Ortíz, una de las ocho mujeres, hacía arreglos con su máquina industrial. Confeccionaba sudaderas para colegio y también sábanas. Durante la cuarentena más estricta, sin poder salir a comprar telas y con algunos de sus clientes sin trabajo, el negocio se estancó. Comenzó a coser tapabocas. Primero los de su familia y después algunos para vender a sus vecinos. Todos sus conocidos le compraron y así se terminaron las ventas. Por eso cuando supo de la convocatoria de Positivo Para SoliDARidad apoyada por Progresa Fenicia, no dudó en participar. En día y medio cosió 100 de los 800 tapabocas que los Amigos de San Isidro les compraron para llevar a Río Quito. “Nunca se me pasó por la mente que esto fuera a suceder, uno nunca se imagina que en un momento le va a cambiar la vida así”, comenta Alba porque sus costuras llegarán al Chocó.
Además de las telas, Alba, y las demás mujeres, recibieron el pago por su trabajo. Algunas de ellas aprovecharon las ganancias de esas ventas, compraron más materiales, y siguen fabricando tapabocas con otros modelos. Incluso, hacen combos de balacas y turbantes que combinan con los tapabocas. Positivo Para Solidaridad donará una segunda tanda de materiales al grupo de Mujeres de Las Aguas y seguirá apoyando su trabajo con la creación de piezas gráficas para promocionarlas. Además, Progresa Fenicia está apoyando la gestión para que se vinculen como proveedoras de la Universidad.
En Quibdó, Joe Sánchez recibió la primera tanda de elementos de bioseguridad y los repartió en San Isidro. “Le doy gracias al apoyo que he tenido de mi familia, de la comunidad estudiantil y de algunos funcionarios que se han unido a la causa. Me quedo sin palabras”, concluye Wilmar.
Leider Moreno (primera foto a la izquierda) es el goleador de los torneos que organiza la escuela de fútbol Mis Amigos de San Isidro, su sueño es ingresar a una escuela profesional. En las siguientes fotos se ve la entrega de los tababocas fabricados por las mujeres de Las Aguas. Si deseas apoyar el proyecto de Wilmar, puedes entrar en contacto con Alfredo Ricci a través de Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. o al 311 372 7385; con Ricardo Franklin a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. o al 310 283 6585. También puedes contactar directamente a Wilmar al 320 370 0276.