Un bullerengue con el corazón

Las clases de baile de Progresa Fenicia fueron para Lucero y sus compañeras un espacio de construcción de comunidad

 

Con las manos y la falda blanca a la altura de la barbilla para evitar que se ensucie. Así caminan por las calles del barrio las mujeres del grupo de baile de Progresa Fenicia, listas para hacer su presentación de cierre en la Feria Sembremos juntos. Una a una llegan al Módulo de Intercambio, su escenario, construido gracias a la contribución Junta de Andalucía de España y al trabajo de la Facultad de Arquitectura y Diseño. “Me sentía muy nerviosa ahí subida porque yo nunca había estado frente a un público”, cuenta Luz Amparo Bedoya, conocida en el barrio como Lucero, una de las ocho bailarinas.

El grupo de baile nació en agosto de 2019 por iniciativa de Katherine Guio. Ella contactó a la profesora Sandra Ray con el objetivo de que las mujeres desarrollaran actividades para participar en la Feria de fin de año. Las mujeres se prepararon para tomarse la noche de cierre de la Feria al ritmo del bullerengue, una danza del Caribe colombiano. Lucero comenzó a asistir porque para ella el baile es esencial. Desde los siete años comenzó a “brillar baldosa” en su natal Medellín. “Yo todos los días bailo, así sea sola en mi casa”, dice con una sonrisa en el rostro.

A los 18 años, se volaba de la casa por los tejados, por el balcón, por cualquier lugar, con tal de salir a bailar con sus amigos. Cuando volvía, a la medianoche, su mamá le pegaba. “Cuanto más duro me daba, yo más me escapaba a bailar porque me gusta mucho”, cuenta mientras mueve los hombros al ritmo de La Juma de Ayer de Henry Fiol que suena en el fondo.

Lucero, de 58 años, a veces camina desde su casa en la Carrera Primera Este hasta el Goce Pagano en la Plaza de la Aduana. Henry Cárdenas, su marido, la acompaña pero no baila con ella. Sola, sin ningún problema, se deja llevar por la música en la pista. De vez en cuando le sale alguno que otro parejo.

El día de la presentación tenía una mezcla de emociones. Nervios porque era su primera presentación en público. Tristeza porque uno de sus hijos, Juan Esteban Montoya, falleció este 2019. Felicidad porque, según cuenta Lucero, le dedicó la presentación a su hijo y sabía que él la estaba viendo desde el cielo. También, porque encontró en sus compañeras de baile apoyo y afecto sincero.

“Desde el día de la presentación, lloro menos. Yo sé que mi hijo se pone contento porque yo estoy viniendo aquí a bailar”, cuenta con los ojos aguados. Añade que el grupo de baile le ayuda a estar más tranquila porque ha conocido personas nuevas con las que ha creado mucha confianza. “Yo siento como si las conociera de toda la vida. Los abrazos, las palabras que nos decimos son muy sinceras. Uno siente eso”, explica.

De ahí su compromiso con el grupo de baile. No importa si está lloviendo o lo que esté haciendo, Lucero siempre llega a las clases. “Yo le digo a la profe que si un día falto es porque algo me pasó”, asegura. “Ella y yo tenemos un ritual”, cuenta la profesora Sandra, “nosotras abrimos y cerramos el espacio juntas”.

Tal es el bienestar emocional que Lucero siente en el grupo de baile que postergó su viaje para verse con su familia en fin de año. “Espero que el curso siga para salir de mis cuatro paredes, también porque he conocido gente de aquí del barrio que yo nunca había visto”, dice. Incluso, le gustaría que hubiera más cursos para seguir conociendo personas. Después de la presentación, Luz Amparo estuvo un rato con sus compañeras, tomaron aguapanela y prendieron farolitos en el Eje Ambiental.