Ahorro programado: más cerca de un sueño

Esta modalidad de ahorro se ha convertido en una opción para acercar a algunos vecinos, que viven en arriendo, a adquirir vivienda propia en el Proyecto.  

Ana Chilito llegó al barrio en el año 2002. Oriunda del departamento del Huila, cuando terminó el colegio se fue a la capital. Su hermano ya vivía en Bogotá y para estar cerca de él, arrendó una habitación en el barrio Las Aguas. No se volvió a ir. En esas mismas calles conoció a Armando Callejas, el papá de sus hijas, vecino nacido y criado en el barrio. 

John Arango también nació y se crió en Las Aguas. Vivió sus primeros años con su madre, quien, luego de veinte años, logró comprar una casa en otra zona de la ciudad. John se quedó. Tiempo después se fue a vivir con su novia y ahora la madre de sus dos hijas. Ya completaron 20 años como pareja y 16 viviendo juntos. Arriendan un espacio con dos habitaciones, un baño y una cocina independiente. Tanto Ana como John empezaron un ahorro programado en diferentes entidades financieras para cumplir su sueño de tener vivienda propia.

El ahorro programado de Ana comenzó hace tres años con el Banco Caja Social. La entidad le ofreció iniciarlo con $20.000 mensuales y a ella le pareció la opción más viable. Aunque su ahorro no está catalogado como de vivienda, todo el dinero que consigna mes a mes tiene el propósito de ir aumentando el monto para poder comprar un apartamento en un futuro. 

Ana obtiene su ingreso de dos trabajos, en la mañana se dedica a labores de aseo en un edificio en el centro de la ciudad y en la tarde hace arreglos y confección de ropa. Gracias a su trabajo en el edificio se ha dado a conocer y con el tiempo cada vez más personas le confían el arreglo de una chaqueta o un pantalón. Ana nunca ha tenido que usar el transporte público para ir a trabajar, “ya ni me acuerdo cuánto es que vale el pasaje de Transmilenio”, asegura. Todos sus trabajos han sido en el centro, también el colegio de sus hijas y las citas médicas.

Su pequeño negocio de costuras le ha permitido ser constante con el ahorro y se ha convertido en su proyecto de vida. “Si [el negocio] está bueno, entonces le meto hasta $100.000 mensuales y si está malo, rebajo a $50.000. Ahí voy, no lo he detenido”, dice Ana, que además de hacer arreglos, confecciona cobijas y pijamas. Todo lo hace con una máquina de coser industrial que tiene en su casa y que compró con el dinero que dio la venta de una vaca en su natal Huila. “Quedarme en esta zona es lo que más anhelo. Tener vivienda propia aquí para seguir con el mismo ritmo de vida”, dice Ana, y agrega que también sueña con tener un local.

 Aunque el ahorro programado es una alternativa para adquirir vivienda en el futuro, toma tiempo. John comenzó el suyo hace ocho años, cuando conoció el proyecto de renovación de Fenicia. Estuvo en los Talleres Participativos que se llevaron a cabo en el 2012 en los que, colectivamente, se pensó la transformación del barrio. Ese mismo año, en el Edificio Santo Domingo de la Universidad, se vinculó al ahorro programado que le ofrecía el Fondo Nacional del Ahorro (FNA). Estuvo aportando por unos años, pero por una crisis familiar tuvo que parar. “Pero estoy buscando con la mamá de mis hijas reactivarlo”, asegura. 

John ha vivido como arrendatario 20 de los 40 años que ha estado en el barrio. Sale todos los días a las 6:30 a.m. a su puesto de trabajo, una venta de dulces en la calle 19 con 3ra. Allí trabaja hace 20 años. Cuando su jornada termina, a las 8:30 p.m., camina tres cuadras hasta llegar a su casa en la calle 22.  

Al igual que Ana, la vida de John ha girado alrededor del centro. “Conozco a toda la gente de acá, los que han muerto y los que se han ido. No me gustaría irme”, dice. John desea que esta antigüedad y la vida que ha formado en este barrio sea reconocida una vez comience la construcción del Proyecto. Y se pregunta “¿por qué no darle prioridad a los arrendatarios que viven acá hace más de 15 años?”. 

Germán Castellanos, gerente del Proyecto, explica que las relaciones con algunos arrendatarios han sido de mayor frecuencia que con los mismos propietarios, por el número de predios que se encuentran en arriendo en el barrio. “Después de los propietarios,  [los arrendatarios] conocerán el Proyecto y podrán escoger a tiempo su vivienda y/o local comercial, antes que el público en general”, dice. También asegura que, desde el Proyecto, se motiva a los arrendatarios a que mantengan el contacto con sus arrendadores y “sean ellos quienes les otorguen la primera opción para mantenerse en el Proyecto”.

El sueño de John y de Ana es poder tener casa propia. Por eso saben que ese ahorro está destinado para vivienda y, si es posible, en el Proyecto.“Nosotros creemos que el centro es un lugar privilegiado. Por eso, nos gustaría tener algún beneficio para adquirir vivienda en el Proyecto”, concluye Ana.